¡LA IGLESIA NO DEBE MORIR CON EL PASTOR!
Ps. David Andrés Valiente
¡Todavía hay tiempo, de traer un gran cambio y crecimiento a la iglesia! Muchas iglesias se debilitan o mueren cuando el pastor se va.
Nosotros como pastores y líderes necesitamos tomar en serio una instrucción clara y específica de las Escrituras. Tal vez la falta de buenos líderes es un resultado de nuestra falla. No hemos cumplido con diligencia el mandamiento pastoral de preparar y depositar la verdad eterna en hombres fieles e idóneos para el ministerio (2Ti. 2.2, Mat.28:18-20). Jesús dio prioridad a la formación de sus 12 apóstoles. Después de 3 años pudo dejar su lugar con hombres que pudieron cumplir y aún extender su ministerio. En su caso, ¿ha preparado hombres que podrían quedar en su lugar?
Nosotros culpamos a los seminarios e institutos por no preparar los hombres que necesitamos y ellos nos culpan a nosotros. Al mismo tiempo muchos otros grupos ya no se preocupan de la formación integral, solo buscan personas dispuestas a obedecer o que tienen «carisma», el resultado en una pobreza espiritual y estructural.
Pablo, cuando escribió a Timoteo, estaba refiriéndose a un pastor hijo, instándole a que preparara a sus propios discípulos que también serían siervos capaces de seguir la cadena de formar a otros (II Tim. 2.2). Timoteo había sido formado por Pablo y lo había visto formar también a otros. En un sentido el no reproducirnos es un fracaso serio, rompe la cadena, inhibe el futuro.
Nosotros predicamos, oramos, evangelizamos, etc., pero hay pocos pastores que se han reproducido pastoralmente; sólo algunos pueden nombrar a sus Timoteos y Titos. La formación de futuros pastores y lideres va mucho más allá del discipulado básico de todo creyente con una formación sólida sobre la Roca
En el Nuevo Testamento encontramos que el formar personas idóneas y fieles para el ministerio, no era fácil, pero era una prioridad esencial del ministerio de Jesús. Allí comenzó la cadena, Bernabé a Pablo y Juan Marcos, Pablo a Timoteo y a Tito y a muchos más.…
“La rueda que chilla, recibe la grasa”, y esta es una gran verdad en relación al uso del tiempo de la mayoría de pastores. En todas las iglesias hay gente que siempre están llorando por una cosa u otra, clamando por tiempo del pastor. Pastoralmente vamos corriendo para ayudarlos, aconsejarlos y atenderlos. El problema es que rara vez esa clase de creyente llega lejos. Y descuidamos a los hombres que van a llegar a ser soldados para el servicio del Señor, ellos muy rara vez necesitan la «atención» del Pastor. Ellos ya demuestren creciente progreso y solidez, mostrando que son idóneos y fieles en lo que saben y hacen. A ellos, les falta conocimiento, guía, formación y experiencia.
Es nuestro deber tomar el tiempo para estar con ellos y formarlos, esta si es una inversión para la eternidad. Es importante tomar la decisión de obedecer la orden de 2 Timoteo 2:2, de buscar hombres fieles e idóneos y prepararlos para el ministerio. Esa decisión significa invertir todo el tiempo posible en sus vidas, depositando en ellos la verdad bien establecida y enseñándoles las claves para el ministerio que agrada a Dios.
Un pastor se quejaba diciendo: «Pero nadie viene a mi clase de capacitación, nadie quiere capacitarse en una forma seria».
«¿Cuántas clases tuvo Jesús de manera formal?», le pregunté. «¿Cómo los formó Jesús?» Muchos, como este pastor, nos desilusionamos porque la gente no viene corriendo a nuestra clase de formación. ¿Por qué es eso?
He entendido una verdad muy sencilla pero vital. En el seminario, mis alumnos estaban mirando el reloj para ver cuándo iba a terminar la clase. Sin embargo, si los invitaba a mi casa para charlar, pasaban horas preguntando, comentando y escuchando, sin mirar el reloj. ¿Cuál es la diferencia? Yo tenía que decirles, hombres ya es hora de irse a su casa.
Las personas buscan y esperan más que información, buscan una relación, el compartir amistad y vida. Jesús no invitó a sus hombres a tomar unos cursillos o a tomar unas materias para prepararlos. El los invitó a seguirle, a caminar y comer con Él, a observarlo y a que hicieran el ministerio juntos. No encontramos un currículo formal, sino a ellos día tras día experimentando el ministerio y la vida misma junto a Él. Ellos aprendieron porque, primero, acompañaron y vieron a Jesús hacer el ministerio, escucharon sus sermones; después habían discusiones al respecto y aprendían del Maestro.
Decimos “Sí, sí, yo sé”, lo sabemos pero no lo hacemos en la mayoría de casos. Tal vez tendríamos que preguntarnos ¿por qué no lo hacemos?
La gran excusa que usamos es la falta de tiempo.
“No tengo tiempo para hacerlo”. ¿Porqué no tenemos tiempo?
1. Tal vez sea porque nadie nos discipuló a nosotros, por lo tanto tampoco sabemos cómo discipular a otros.
2. Porque estamos invirtiendo mucho de nuestro tiempo con los que lloran o la gente que nos agrada, pero no dedicando tiempo a la gente significativa para la eternidad.
3. También podría ser porque tenemos miedo a ser superados o que vean nuestras debilidades.
4. Y lo peor es que por el hecho de que no hemos formado personas, tenemos nosotros que hacerlo todo, resultando en la falta de tiempo.
La primera excusa era la que me afectó a mí: yo quería, como joven, ser formado. El pastor predicaba sobre la importancia de testificar (casi todos sus sermones, hablaba al respecto), sin embargo yo tenía miedo y no sabia como hacerlo. Un día le pregunté si podría ir con él, para ver cómo lo hacía. “Si, un dia de estos lo haremos.” dijo el. Los meses pasaban y él nunca encontraba el tiempo. Después fui al seminario, tomé un curso de evangelismo, pero nunca salimos a evangelizar con el profesor, ni siquiera una vez. Al final, nos pusimos de acuerdo con algunos amigos para salir a evangelizar y allí aprendimos a hacerlo, en la brecha. No eran los cursos que me enseñaron, sino el ir con otros a practicar lo que habíamos aprendido.
Desde ese tiempo he llevado a muchas personas a testificar, a discipular y a ministrar conmigo. No debemos dejar que las razones y las excusas nos paralicen.
Encontré que no tenía que esperar a hacer las cosas perfectas para poder llevar a otros conmigo; por el contrario, necesitaba ser honesto. Ellos ya saben que no soy perfecto y que no voy a hacerlo perfectamente; sin embargo, cuando ven que Dios aun así me puede usar, aprenden que Dios también los puede usar a ellos. Una de las lecciones más grandes que ellos han tenido que aprender, es que Dios usa gente disponible, imperfecta pero deseosos y apasionados por servirle a Él. Y por ende la gracia de Dios se manifiesta increíblemente en nuestro intento sincero de obedecer y hacer su voluntad.
¿A QUIENES?
El primer paso es escoger la “materia prima”, o sea, hombres dispuestos y sinceros que quieren servir al Señor. Encontramos a Jesús orando mucho antes de escoger a sus discípulos; sin duda, tenemos que hacer lo mismo. También encontramos en Jesús y en Pablo ciertos principios que pueden guiarnos. Uno de ellos:
Hay muchos que desean ser «discípulos», pero pocos dispuestos a pagar el precio. (Luc. 9.57-62). Jesús rechazó a la mayoría que se ofrecían a seguirlo.
Hay jóvenes y hombres que por la gloria de estar delante de otros o de ser un discípulo suyo, querrán que les enseñe, pero no quieren llevar una cruz, ni servir a otros, y menos negarse a sí mismos.
Ricardo un joven de mi iglesia, supuestamente conoció a Cristo. Al poco tiempo me preguntó cuándo iba a darle la oportunidad de predicar, que «sentía el llamado a predicar». Lamentablemente no mostraba gran evidencia de cambios en su vida. Cuando le pregunté acerca de su vida devocional, supuestamente no tenía tiempo para eso, llegaba siempre tarde a los cultos, desaparecía cuando había que hacer algo, seguía fumando como una locomotora de vapor, etc., pero si deseaba que yo invirtiera tiempo en enseñarle a predicar. ¿Cuál era su motivación verdadera? Y también hay los que «siempre están aprendiendo» (2 Tim. 3:7), tenga cuidado con ellos.
Segundo, es importante buscar hombres dispuestos a estar con el Señor (Mar. 3.13-15). Cuando un hombre no está haciendo tiempo para estar con el Señor, nunca va a llegar a ser algo significativo en el Reino de los cielos. Estos deben ser hombres que encuentran tiempo para su devocional y estudio serio de la Palabra, porque tienen el deseo ferviente de aprender y de crecer en el conocimiento de El para servirle mejor.
Tercero, estos hombres no solo necesitan querer tener tiempo con el Señor, sino además estar dispuestos a hacer el tiempo para estar con usted. Aquí no estamos hablando de un desocupado. Todos los hombres que Jesús llamó eran hombres activos (no busquemos ociosos, no sirven para el servicio del Señor). La mayoría de los hombres que yo he formado han sido hombres con muchas ocupaciones pero dispuestos a pagar un precio alto para reunirnos y crecer. Con algunos ha significado reunimos temprano a la mañana, o tarde a la noche, o todos los sábados a la mañana. Formar hombres requiere tiempo, semanas, meses y años.
Inicialmente pensé, ¿dónde voy a encontrar hombres así? Sin embargo, año tras año he orado y el Señor me ha dado tres, cuatro o cinco que puedo formar. No debemos pretender tener grandes números porque Jesús tuvo sólo 12 y Él trabajaba a tiempo completo en ese ministerio. Muchos de nosotros no trabajamos a tiempo completo en un ministerio, entonces no debemos pretender poder hacer lo mismo, y menos pretender que podemos hacer más que Él. Tener más personas, apela al orgullo, y peor aun si no son las personas correctas es una gran trampa y perdida de tiempo.
Cuarto, buscamos hombres con potencia para ministrar, (Marcos 3:14, 15). Necesitan estar dispuestos y aptos para hacer — ministrar. El apóstol Pablo lo pone en otra forma: «hombres fieles que sean idóneos para enseñar». Mi oración, año tras año, ha sido: «Señor, ¿Quienes son los hombres que te son fieles e idóneos a los cuales Tu deseas que prepare para Tu servicio?». Puedo mirar atrás por casi 40 años de ministerio y alabar a Dios por los hombres que he tenido el privilegio de formar y que hoy son pastores o líderes.
Necesitamos hombres fieles, hombres que no van a ser fabricantes de la «verdad», sino que van a ser distribuidores de ella, “la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3). Pablo dice a Timoteo que debe encargar o depositar en ellos ese mensaje que está bien atestiguado delante de muchos (2 Tim 2:2), son estos hombres los que van a enseñarlo también a otros. En otras palabras, no estamos buscando “picos de oro”, grandes oradores que van a inventar y fabricar sus propios mensajes para su propia honra, gloria o dinero. Buscamos hombres dispuestos a ser un eslabón más en la cadena de comunicación de la Palabra eterna de Dios, repitiendo con idoneidad y fidelidad los grandes tesoros del mensaje de Jesucristo y las obras de Dios.
Quinto, algunos de los discípulos, serán hombres que otras personas ya han sido usadas por Dios para ganarlos para Cristo y/o discipulado. Recordemos que varios de los discípulos de Cristo fueron primero discípulos de Juan el Bautista. (Jn 1:35-38). Hay que estar consientes que todos son discípulos de Cristo, y que nosotros solo somos una pequeña parte en del plan de Dios para sus vidas. (1 Cor. 3).
Sexto, aprender a mirar hacia el futuro. Al principio, después de mi primer año de intento, me sentí bastante desilusionado con mi tarea de tratar de formar hombres. No veía el progreso que yo esperaba y en ocasiones hacían cosas que me hacían dudar de mi selección. En frustración, volví a los evangelios para tratar de entender mis errores, qué era lo que estaba haciendo mal o que no estaba haciendo. Mientras más leía los evangelios, más me daba cuenta que Jesús, el maestro perfecto, tuvo los mismos problemas con sus discípulos que yo, sólo que Él miraba al futuro y sabía que a su debido tiempo iban a hacerlo bien, no perfectos, pero que propagarían el Reino de Dios de acuerdo a Su plan.
Confieso que me gocé al encontrar que ellos también habían abandonado a Jesús en ocasiones, que peleaban entre ellos, discutían con Jesús y no entendían a la primera vez. Tal vez yo no estaba tan mal, pero tenía que aprender a ser perseverante. Jesús con todos los contratiempos, no abandono la tarea, Él persevero hasta el fin, y yo tuve que aprender a hacer lo mismo.
Requirió tres años de tiempo y la obra del Espíritu para lograr una preparación buena en los apóstoles. Y yo estaba desalentado porque pretendía que en meses llegarían a ser súper santos y campeones de la fe. Entendí que yo iba a necesitar mucho más tiempo que Él.
Septimo, cada problema una oportunidad. También entendí que los problemas son las oportunidades para formar el carácter y la comprensión. Jesús usaba cada uno de los problemas como oportunidades para ayudar a los discípulos a entender las grandes verdades espirituales. No es la lección en el aula la que es recordada, sino la experiencia en el campo de batalla, el consejo en el momento de la pelea. Jesús había terminado una de Sus grandes clases en Mar. 4.1-34, sin embargo en vs. 35-38 los discípulos estaban en pánico, habiendo olvidado toda la clase que recién les había enseñado. Era en medio de la tormenta, donde el barco no solo estaba en el agua, sino el agua entrando en el barco, que aprendieron la verdad de quién era su Salvador. La clase fue olvidada, la lección de la tormenta, nunca.
Jesús no los abandonó cuando ellos fracasaron; al contrario, usó cada situación positivamente. Lamentablemente nuestra tendencia natural es que cuando fracasan, nos desilusionamos o les damos con «un palo» para remachar la lección en su vida; y lo que estamos realmente remachando es el fracaso, y no la lección.
Claves para participar en la carrera de la fe:
Han pasado los años, no estoy desalentado sino entusiasmado con la gran tarea de formar hombres fieles e idóneos. Si alguien me preguntara: ¿Cuáles son las claves que usted ha aprendido?”, yo le diría lo siguiente:
1. Usted no puede elevar a un hombre más alto de su propia espiritualidad. Concentre tiempo en crecer espiritualmente. Profundice y medite en la Palabra para conocer a Dios plenamente. Además amplíe su conocimiento leyendo comentarios y libros escritos por grandes héroes de la fe. Si no está creciendo, está muriendo.
2. Invierta horas regularmente con los hombres que Dios le da para formar, así sean meses y años. No hay atajos en el discipulado.
3. Llévelos, muchas veces, para participar en las áreas del ministerio que usted pretende que después ellos puedan hacer solos. Las habilidades no son logradas sin práctica.
4. Aliéntelos aun cuando fracasen; los buenos hombres espirituales no tienen una actitud centrada en su propia grandeza y capacidad, necesitan ser alentados. A la vez el fracaso es eficaz en formar humildad.
5. Corrija las actitudes incorrectas con amor y perseverancia. Las actitudes hacia Dios y hacia el prójimo determinarán el valor de su servicio. Dejarlos con malas actitudes es permitir que aumente la probabilidad de fracaso.
6. Encargue y deposite en ellos, con toda seriedad y responsabilidad, la Palabra de Dios. Esto implica enseñarles cómo estudiar la Biblia, cómo interpretar diferentes clases de pasajes, etc.. Deben aprender a temblar delante de la Palabra, reconociendo su autoridad y la responsabilidad sagrada de estudiarla e interpretarla con cuidado, para comunicarla fielmente.
7. Las habilidades son la combinación del conocimiento, más práctica. Muchas veces se cree que alguien puede hacer determinada cosa porque conoce la teoría o a tomado una clase; sin embargo no es así. La práctica del conocimiento lleva a la habilidad. Deles oportunidades cada vez con mayor responsabilidad para practicar lo que están aprendiendo.
8. Trabaje en grupo con ellos, la iglesia necesita hombres que sepan trabajar en equipo, siendo que la iglesia es un cuerpo. El que no puede trabajar en equipo tendrá dificultades de trabajar en el cuerpo del Señor. Cuidado con los que no pueden trabajar con otros, usualmente tienen algún problema serio. Personalmente creo que es un gran error el discipular a solas a las personas, Jesús trabajo en grupo con su discípulos, y aun en ocasiones especiales llevó a varios de ellos. (Lucas 9:28-36). Tampoco estoy diciendo que nunca debemos hablar a solas con alguno de ellos, pero la mayoría de nuestro tiempo debe ser con el grupo, para ayudarles a aprender a ser parte de un cuerpo, un equipo en el reino de Dios.
9. Recuerde que ninguno de nosotros tenemos todos los dones y conocimientos (sólo Jesús los tuvo); estos hombres necesitan recibir también de otras personas para llegar a la madurez espiritual. Presénteles a otros hombres y mujeres de Dios para que también los enriquezcan. Además introdúzcalos a los escritos de los grandes hombres de Dios a través de los siglos. Préstele libros, y cuando pueda regáleselos. Llévelos a conferencias donde puedan escuchar a hombres de experiencia. Anímeles a estudiar en alguna institución sólida.
10. Nunca, nunca les diga que van a ser grandes. Eso estimula su orgullo y motivación pecaminosa. He aprendido dolorosamente el error de estimular la carne; la carne logra grandes cosas pero no para el Señor. Echamos lazo a sus pies al estimular la carne.
11. Reconozca sus errores y pecados, y ayúdales a ellos también a ser honestos con sus errores y pecados. Tenemos que humillamos para ser exaltados. (Prov. 28:13, Sant. 4:7-10). Nunca olvide que las personas aprenden más por sus fracasos que por sus éxitos. No tema que cometan errores; todos nosotros hemos llegado a donde estamos a través de muchos errores y dolores.
12. Estimule el amor a Dios y a todo el cuerpo de Cristo. Es fácil en el discipulado desarrollar un sentido de élite y superioridad que sólo proviene de la carne.
13. Sobre todo mantenga a Cristo como el Señor y la persona de quien dependen. No queremos (ni necesitamos) discípulos de David Andrés, ni de usted, ni de Pablo sino del Señor Jesucristo.
El desafío delante nuestro es grande, formar los siervos del Señor de Señores. Ellos avanzarán el Reino eterno de nuestro Señor Jesucristo. Aceptemos el desafío de formar y depositar las verdades eternas en hombres fieles e idóneos. Él Señor estar con nosotros.
¡Manos a la obra, Consiervos!
David Andrés Valiente