LA BASE Y EL PRINCIPIO DE LA ORACIÓN
Por Dr. William Barclay
1 Juan 5:14-15 «Y esta es la confianza que tenemos en relación con Él: Que, si pedimos alguna cosa que esté de acuerdo con Su voluntad, Él nos oye; y, si sabemos que Él nos oye en lo que Le hayamos pedido, sabemos que disponemos de las peticiones que Le hayamos hecho.»
Aquí se nos establecen al mismo tiempo la base y el principio de la oración.
1 La base de la oración es el simple hecho de que Dios escucha nuestras oraciones. La palabra que usa Juan para confianza es interesante. Es parrésía. En su origen, parrésía quería decir libertad de palabra, la libertad para hablar libremente que existe en una verdadera democracia. Más tarde vino a denotar cualquier clase de confianza. Con Dios tenemos libertad para hablar; Él está siempre a la escucha, más dispuesto a oír de lo que nosotros estamos a orar. No tenemos que vencer ninguna dificultad para llegarnos a Su presencia, ni que inducirle a prestarnos atención. Él está esperando que nos dirijamos a Él. Sabemos lo que es a veces estar esperando la llegada del cartero o la llamada de teléfono que nos traiga noticias de algún ser amado. Con toda reverencia podemos decir que así está Dios esperando noticias nuestras.
2 El principio de la oración es que para que sea contestada debe estar de acuerdo con la voluntad de Dios. Tres veces establece Juan en sus escritos lo que podría llamarse las condiciones de la oración.
A. Dice que la obediencia es una condición de la oración. Recibimos lo que pidamos, porque guardamos Sus mandamientos (1Jn 3:22 ).
B. Dice que permanecer en Cristo es una condición de la oración. Si habitamos en Él, y Sus palabras habitan en nosotros, pediremos lo que necesitemos, y se nos concederá (Juan 1 S: 7). Cuanto más cerca vivamos de Cristo, más oraremos como es debido. Y cuanto más correctamente oremos, mayor será la respuesta que recibamos.
C. Dice que orar en Su nombre es una condición de la oración. Si pedimos alguna cosa en Su nombre, Él la hará (Jua 14:14 ). La prueba definitiva de cualquier petición es: ¿Podemos decirle a Jesús: «Dame esto por causa de Ti y en Tu nombre?» La oración debe ser de acuerdo con la voluntad de Dios. Jesús nos enseña a pedir: «Hágase Tu voluntad,» y no: "Cámbiese Tu voluntad;» «Haz conmigo lo que Tú quieras,» y no lo que yo quiero. Jesús mismo, en el momento de Su gran agonía y crisis, oro: «No como Yo quiero, sino lo que Tú... Hágase Tu voluntad» (Mat 26:39; Mat 26:42 ). Aquí tenemos la misma esencia de la oración. C. H. Dodd escribe: "La oración, entendida como es debido, no es un truco para emplear los recursos de la Omnipotencia para cumplir nuestros propios deseos, sino un medio por el cual nuestros deseos se reciclen de acuerdo con la mente de Dios, y lleguen a ser canales para las fuerzas de Su voluntad.»
A. E. Brooke sugiere que Juan pensaba en la oración como «incluyendo solamente peticiones para el conocimiento y la conformidad con la voluntad de Dios.» Hasta los grandes paganos lo entendían así. Escribía Epicteto: «Ten valor para elevar la vista hacia Dios y decirle: "Trátame como Tú quieras desde ahora en adelante. Yo soy uno contigo; soy Tuyo; no me aparto de nada que Tú consideres bueno. Guíame por donde Tú quieras; vísteme como Tú quieras. ¿Quieres que asuma un cargo, o que lo rechace, que permanezca o que huya, que sea rico o pobre? Por todo esto yo estaré de Tu parte ante todo el mundo"» Aquí hay algo que debemos meditar y asumir. Somos propensos a creer que la oración es pedirle a Dios lo que queramos, cuando la verdadera oración es pedirle lo que Él quiera. La oración es, no sólo hablar con Dios; sino, sobre todo, escucharle.
(I Juan 5:14-15 del Comentario al Nuevo Testamento Vol. 15 1ª,2ª,3ª Juan y Judas, Editorial CLIE)
Tambien en San Juan 15, Dr. Barclay dice:
1. La oración tiene que hacerse con fe (Stg 5:15 ). Está claro que Dios no se compromete a contestar cuando la oración no es más que un formulismo, una repetición rutinaria de cosas que no se sienten, un cumplimiento -«cumplo y miento»religioso. Cuando la oración es de pena no puede ser efectiva. No tiene sentido pedirle a Dios que nos cambie si no creemos que es posible cambiar. Para pedir con efectividad hay que tener una fe inalterable en el amor todopoderoso de Dios.
2. La oración tiene que hacerse en el nombre de Cristo. No podemos pedir cosas que sabemos que Jesús no aprueba. No podemos pedir que se nos entregue alguna persona o cosa prohibida; no podemos pedir que se haga realidad alguna ambición personal cuando eso supone que alguien tenga que sufrir por ello. No podemos pedir la venganza de nuestros enemigos en el nombre de Uno Que es amor. Siempre que tratemos de convertir la oración en algo que nos permita realizar nuestras ambiciones y satisfacer nuestros deseos tiene que ser ineficaz por fuerza, porque no es oración.
3. La oración debe incluir siempre: «Hágase Tu voluntad." Cuando oramos debemos empezar por darnos cuenta de que nunca sabemos más que Dios. La esencia de la oración no es pedirle a Dios: «Cambia Tu voluntad», sino «Haz Tu voluntad.» A menudo, la oración auténtica debe ser, no que Dios nos envíe las cosas que nosotros queremos, sino que nos capacite para aceptar lo que Él quiera enviarnos.
4. La oración nunca debe ser egoísta. Casi de pasada, Jesús dijo una cosa muy esclarecedora. Dijo que, si dos personas estuvieran de acuerdo en pedir algo en Su nombre, se les concedería (Mat 18:19 ). No debemos tomar esto con un literalismo mecánico, porque entonces querría decir que, si podemos hacer que muchas personas se pongan de acuerdo en lo que van a pedir, lo conseguirían. Lo que quiere decir es que nadie debe orar pensando exclusivamente en sus propias necesidades y preferencias. Para poner un ejemplo muy simple: el que va de vacaciones puede que pida que no llueva, cuando el granjero está pidiendo lluvia. Cuando oramos, debemos preguntarnos, no sólo si lo que pedimos es para nuestro bien, sino si lo es también para los demás. La tentación que nos puede asaltar cuando oramos es no tener en cuenta absolutamente a nadie más que a nosotros mismos. Jesús nos ha escogido para que seamos miembros privilegiados de la familia de Dios. Podemos y debemos llevarle todo a Dios en oración; pero, cuando lo hayamos hecho, debemos aceptar la respuesta que Dios nos envíe en Su perfecta sabiduría y perfecto amor. Y cuanto más amemos a Dios, tanto más fácil nos resultará.
Usado con el permiso de CLIE, del Comentario de San Juan de William Barclay(Capitulo 15)
Uso con permiso de Editorial CLIE
Foto por Ismael Paramo en unsplash