ESPOSAS: ¡En guardia!

Por: Nelly Del Re

«Realmente quedé estupefacta. Por un momento no supe qué decir. No podía creer lo que estaba oyendo. Les cuento. Mientras esperábamos que nos cobrara la cajera del supermercado, quienes estábamos en la fila hablábamos acerca del alza de precios y el costo de la vida. De pronto, el hombre que estaba detrás de mí dijo: “Hoy no me hago mucho problema por el tema. Es mi día de oración y ayuno.” Esa expresión me llevó a decirle “¡Qué bueno, usted es creyente como yo!” “Bueno, no sé —me contestó—, eso depende de en quién. Yo pertenezco a la iglesia de Satanás y hoy tenemos nuestro día de oración y ayuno para pedir la destrucción de los hogares de los líderes cristianos.”»

  Este testimonio es verdadero y ocurrió en una ciudad de nuestra querida y vapuleada Latinoamérica. Ante tal ataque, y a la luz de numerosas experiencias vividas junto a mi esposo en la tarea conjunta de campamentos, retiros y seminarios para matrimonios, he querido compartir algunas consideraciones y consejos que nos ayuden en nuestra situación de esposas de líderes cristianos en esta parte del mundo. La honrosa aunque dura tarea que nos toca nos compromete a un análisis práctico de nuestra misión de «…coherederas de la gracia de la vida».


Una denuncia para analizar

  Un hombre de Dios, gran maestro de las Escrituras, de más de setenta años le preguntó a un joven obrero del Señor: «¿Crees que a mi edad todavía las muchachas son tentación para mí?» El joven pensó un momento y exclamó: «No hermano, sinceramente no lo creo.» «Estás equivocado —respondió el anciano—; cuando veo una muchacha bonita mi viejo corazón brinca.» Inmediatamente el joven comprendió la advertencia del anciano.

Señalaba C. S. Lewis en Cartas a un Diablo Novato: «Ningún hombre sabe cuán malo es hasta que trata de ser bueno. Corre por allí una ridícula idea de que la gente buena no sabe lo que es la tentación.» Y sobre este punto, Billy Graham afirma: «¿Quién podría decir que nunca ha tenido que enfrentarse a tentaciones? Los líderes somos el blanco predilecto del enemigo. Muchos son los que vienen a oírnos, la publicidad nos levanta, luego la gente, los jóvenes, los nuevos convertidos a Cristo y los creyentes inmaduros nos miran. El enemigo quisiera destruirnos junto con nuestras familias, pues bien sabe que si logra tumbarnos deshonrará en grado superlativo el nombre del Señor.»

Y continúa: «Si Dios retira su mano de mi vida, mis labios se convertirán en barro. Y esto sucederá si uno juega con el pecado. Un hombre no cae en pecado; más bien se mete en él con los ojos abiertos. Al jugar con el pecado se reduce el nivel de sensibilidad, se cede a la tentación, se permiten pensamientos que no deberían estar allí y se da un paso, luego otro, y parece que el Espíritu Santo no puede hablar a la conciencia. Antes de que uno se haya dado cuenta sobreviene la caída. Luego todos se preguntan: “¿Cómo fue posible?” Pues, por un desajuste interior. Paso a paso.»

  Habiendo participado junto a mi esposo en una encuesta realizada con el fin de detectar las principales causas que pueden originar esta caída, llegamos a interesantes conclusiones las cuales pueden ayudar a aclarar el panorama que hoy nos toca vivir.

1. Falta de atracción y creatividad sexuales

  Tenemos una triste estadística: alrededor de 60 % de los matrimonios sufre el mal uso de la unión de sus cuerpos. La mala preparación prematrimonial o la falta de un consejo práctico dado a tiempo han expuesto a la pareja a un estado de frustración. Para muchos, el acto sexual es un escape de tipo animal, desprovisto de una previa preparación amorosa. Es además rutinario y solo para satisfacer el deseo del cuerpo. En muchas ocasiones se hace solo para no «fallarle» al cónyuge. No se atraen mutuamente. No se buscan para encontrarse. Una señora decía: «¡Qué hermoso sería el matrimonio si no existiese la relación sexual». Todavía no sé qué quiso decir. ¿O sí?

2. Ingenuidad del líder

  En nuestros últimos encuentros hemos recogido muchos testimonios de líderes, de hombres que cayeron por su ingenuidad, por no haber usado de astucia frente a las trampas del enemigo. El deseo de ser efectivos en su ministerio cristiano los llevó a entrevistas peligrosas sin tomar conciencia de ello. Al comienzo, era un deseo de ayudar espiritualmente a una hermana que se había acercado en busca de ayuda. Al final, era ayudarla afectivamente…

3. Falsos tabús

  Todavía hay gente que piensa en el sexo como algo sucio y pecaminoso, y que las relaciones solo existen para procrear. La Biblia cuenta que cuando Isaac encontró en Rebeca a su amada, la trajo a su carpa, la tomó por mujer y la amó (Gn 24.67). Y fue tan eficaz que encontró consuelo por la muerte de su madre. ¿Piensa usted que Isaac solo pensaba en procrear cuando la llevó a la carpa?

En Usted puede ser la esposa de un marido feliz, D. B. Cooper indica: «Dios da instrucción con respecto al cumplimiento de las necesidades sexuales de la pareja en Proverbios 5.15–18 y 19. Naturalmente, cisterna y fuente son términos metafóricos. El paralelo está entre una persona que satisface su sed de un manantial puro y la pareja uniéndose sexualmente para satisfacerse entre sí. Nótese que Dios dice: “Gózate en la mujer de tu juventud.” El placer está incluido, es parte esencial de la relación y no algo añadido como un extra. La esposa es descrita como tierna, amante y que satisface. No hay que rehuir este hecho; la experiencia debe ser satisfactoria, y no solo para el marido sino para ambos. Esto elimina en gran parte el falso pudor que ha venido influyendo grandemente en las relaciones sexuales del matrimonio en un pasado más o menos cercano.»
  En un país del Cono Sur una mujer expresó: «Mi madre me enseñó desde chica que nunca le debía demostrar a mi marido que me gustaba lo que me hacía. Me casé con un líder cristiano y, luego de sufrir ese pésimo consejo y reprimirme en todo goce sexual con mi esposo, Dios mismo me reveló todo lo contrario. Lástima que solo pude disfrutar libremente los últimos cinco años, ya que una enfermedad se lo llevó prematuramente.»

  Dios no hizo el sexo para que pecáramos con él. Todo lo contrario. Debemos alabarlo por esa creación. ¿O no?

4. Falta de intereses mutuos  

Lo grave de no interesarnos en nuestros esposos y en sus cosas es que si no compartimos con ellos todos sus intereses físicos, intelectuales, de acción, de servicio, sus triunfos y frustraciones, luchas y victorias, dejaremos el camino abierto para que el diablo le sugiera a otra que lo haga.

5. Falta de estimación y consideración a su cónyuge

  Cuando una esposa tiene a su marido en el centro de su vida (lógicamente, después de Dios) raramente ese hombre buscará a otra mujer. La sexualidad no siempre es (y quizá pocas veces lo es) la razón primaria de la promiscuidad de un hombre. Por lo general, está buscando a una mujer que lo admire, lo necesite y le dé un lugar principal en su vida.

6. Falta de cuidado personal

La falta del cuidado personal en la mujer trae consigo el grave riesgo de dejar de ser punto de atracción del esposo. ¿Estamos conscientes de que nuestro arreglo, vestimenta y cuidados personales resultan de atracción para nuestro esposo? ¿Podemos llegar a ser (a pesar de algunos «kilitos» de más y las instaladas arrugas) el deseo de nuestros maridos?
  Un hombre ha dicho «…si estamos satisfechos, aunque nos preparen los mejores manjares no nos tentaremos, y si llegan a hacerlo, no los probaremos». ¿Por qué permitir entonces que los manjares estén del lado de afuera de nuestros hogares?

7. Edad difícil

El hombre necesita, generalmente, un área de conquista. Llegando a cierta edad llamada difícil (luego de los cuarenta), si su mujer no es el territorio de conquista y de disfrute placentero, corre el riesgo de que Satanás lo ataque específicamente por medio de otro territorio para conquistar. Dios nos ha dado un lugar de campamento para vivir: el hogar del líder cristiano. Y por ende Dios debe estar presente con todas sus enseñanzas y gobierno en ese campamento.

Aviso final

  Me gustaría cerrar este artículo con el texto de Deuteronomio 23.14 «…porque Jehová tu Dios anda en medio de tu campamento, para librarte y para entregar a tus enemigos delante de ti; por tanto, tu campamento ha de ser santo…». Esposas colegas, ¡en guardia! ¡que ataquen al hogar del líder cristiano! ¡Dios está en nuestros campamentos! Pero seamos sabias, hábiles y astutas; entonces tendremos un matrimonio feliz y un campamento santo.

© Apuntes Mujer Líder, Abril-Junio 2003, Volumen I – Número 1 Usado con permiso de Desarrollo Cristiano
La autora es una líder reconocida en Argentina.

Foto por Hannah Busing en Unsplash

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