Equilibrio en el ministerio
Ps. David Andrés Valiente
El Desafío de Equilibro
Simplificar lo complejo y complicar lo sencillo son dos de los pecados más comunes de los pastores. Asimismo, agrandar lo pequeño y achicar lo grande también produce tremendas distorsiones. Estos cuatro problemas son la causa de un sin fin de conflictos y desequilibrios en la iglesia. En algún grado, la habilidad de dar el peso y el valor exacto a los diferentes elementos que componen la verdad, la espiritualidad y la estructura de la iglesia es fundamental para lograr un ministerio equilibrado y sano. Sin embargo, poco se ha reflexionado sobre el papel de estas últimas en la iglesia de hoy.
Me gustaría que nos concentremos especialmente en estas tres grandes áreas si vamos a ser la iglesia que Cristo Jesús desea. Son la verdad (cuál es la verdad y cómo se aplica a la vida hoy), la vida o espiritualidad (cómo tener una relación auténtica con Dios, con uno mismo y con otras personas), y la estructura (cómo deben funcionar el cuerpo y sus miembros, de tal forma que la vida sea expresada dinámicamente en la iglesia y el mundo de hoy). Cada generación, cada iglesia, y cada líder necesitan esforzarse en estas tres áreas para poder ser auténticamente cristianos, equilibrados y relevantes a los desafíos que les toque.
El cuerpo humano asemeja estas grandes áreas. Para funcionar bien una persona necesita: la mente (donde se procesa la información y se toman las decisiones), la vida (todavía un gran misterio pero imprescindible, porque sin ella la mente y el cuerpo no funcionan), y la estructura (los huesos, órganos, músculos, etcétera, que proveen el medio de expresión de la mente y la vida, y hacen que ellas puedan funcionar). No es suficiente con tener una o dos de las tres, cada una es esencial para la otra. Una vida sin mente en un cuerpo pasa a ser un vegetal. Una mente sin vida no puede funcionar. Un cuerpo sin vida es solamente un cadáver.
El primer desafío es una iglesia creciente en la verdad. La verdad nos hará libres, humildes y sabios. En los últimos años, ha habido poca preocupación en muchas iglesias por la verdad, el estudio, la reflexión seria, y la hermenéutica sana. ¡Esto es alarmante! Lamentablemente, un gran anti-intelectualismo ha afectado a nuestras iglesias, resultando en abundancia de superficialidad, fábulas y folclor evangélico. La preocupación mayor ha sido de conseguir multitudes a cualquier costo. El resultado es una iglesia evangélica sincrética con vidas poco transformadas.
Una iglesia sin verdad y sin mentes guiadas por el Espíritu Santo y las Escrituras no es nada más que una asociación religiosa, no una comunidad del Dios vivo. A través de la historia ha habido un acuerdo básico: existe un cuerpo de doctrina en el cual creer, y es necesario usar la mente para saber aplicarlo a la vida diaria. Una iglesia que no posee las doctrinas y las prácticas básicas fácilmente se vuelve una secta. Si la iglesia va a ser eficaz y poderosa necesitamos mentes renovadas y transformadas, llenas de sabiduría y conocimiento, capaces de guiar al cuerpo en una expresión que agrada a Dios y sirve a las personas. ¡Esto es el primer gran desafío! Es preciso terminar con la pereza mental, la justificación de la ignorancia, la falta de preparación de sermones profundos, así como también la no aplicación de las verdades eternas a nuestras vidas terrenales. A la vez necesitamos aprender de nuestros antepasados que lucharon con entender las doctrinas importantes, para evitar repetir los mismos errores de sus tiempos.
El segundo desafío es el de tener una relación auténtica con Dios, con uno mismo y con otros, caracterizadas por el gozo, la gracia y el amor. Tal vez esta área es la más difícil y misteriosa. Sin duda la primera necesidad aquí es la del conocimiento y la relación auténtica con Dios. ¿Qué realmente significa eso? En muchas vidas e iglesias, si Dios fuera de vacaciones (y sabemos que es no es posible), no se darían cuenta.
A la vez es claro en las Escrituras que una relación auténtica con Dios obligadamente requiere cambio de uno mismo y de mi relación con otras personas.
El misterio de la intimidad con Dios, las relaciones auténticas, el amor, la misericordia y la justicia expresado día tras día constituyen el anhelo del alma humana; sin embargo, el concretarlo resulta muy difícil en la práctica. La iglesia, es decir, nosotros, necesitamos cultivar estas áreas de alguna manera consciente, porque en ellas se expresan el verdadero conocimiento de Dios y la salvación.
No hay espiritualidad sin una interacción auténtica y creciente con Dios y otros. ¿Cómo cultivamos relaciones sanas, basadas en el respeto, misericordia y libertad en nuestras vidas e iglesias? Esto no ocurre por accidente, sino con oración y una acción deliberada y constante basada en la verdad.
La tercera área corresponde a las estructuras funcionales en las que y a través de las cuales se expresan la vida y la verdad. La ameba, siendo una sola célula, no precisa una gran estructura, pero tampoco es capaz de lograr mucho. Mientras más crece un organismo, mayor estructura y organización requiere. Muchas iglesias e instituciones fracasan por no desarrollar estructuras organizativas eficaces para la solidez y extensión de la obra. Siempre qué falte organización fluida, estarán ausentes elementos fundamentales para el desarrollo y el mantenimiento de la vida. Por ejemplo, una iglesia grande que gira únicamente alrededor de un gran predicador puede tener muchos miembros, pero si no tiene una estructura que posibilite la expresión de otros dones resultará pobre y con un gran desequilibrio espiritual.
Es un desafío constante desarrollar y mantener estructuras organizativas adecuadas para que cada miembro en particular y todos los miembros del cuerpo tengan oportunidad de expresar sus dones, ser útil y como también recibir lo que necesitan, pues únicamente así este llegará a su plenitud (Ef. 4:12-16). El liderazgo de hoy se encuentra frente al reto de lograr estructuras funcionales donde cada integrante crece, sirve y recibe. Lo más fácil es proveer un show evangélico religioso con superestrellas que entretengan a los miembros, pero no es cuerpo de Cristo.
Es nuestro desafío cultivar en profundidad las tres áreas mencionadas. Solamente de esta manera seremos la iglesia que Cristo desea. Les animo a reunir los líderes para orar y trabajar sobre cómo desarrollar estas tres áreas «Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, En medio de los tiempos hazla conocer; En la ira acuérdate de la misericordia». Habacuc 3:2
Foto por Casey Horner en Unsplash