Adelante con la buena crítica
La crítica es vital para la iglesia. Tal vez sea uno de los elementos más imprescindibles. Juzgar es lo que muestra la diferencia entre dos elementos. Nos ayuda a ver que no todo lo que brilla es oro, contribuyendo a nuestro crecimiento, mejora, y a la resolución de problemas.
Los apóstoles, al recibir la crítica en Hechos 6, no la condenaron, sino que resolvieron la causa. La crítica nos protege, nos ayuda a alcanzar los mejores objetivos. Sin embargo, se la condena en la mayoría de las congregaciones. ¿Por qué?
Un instrumento tan importante, puede ser pervertido por intereses personales y causar un gran daño, igual que un cuchillo. Todos los días, en miles de cocinas, los cuchillos son utilizados para provecho de la familia. Por otro lado, cada día hay heridos o muertos donde el cuchillo, es empleado como un instrumento de mal. El cuchillo es instrumento útil en manos buenas y peligroso en personas mal intencionadas, al igual que la crítica.
En realidad, nos cuesta aceptarla; incluso evadimos hasta la autocrítica. Nos molesta que alguien nos diga que lo que hicimos o dijimos no honra al Señor, y, en ocasiones, hasta nos ofendemos. Sin embargo, si realmente amáramos al Señor -y no tan solamente a nosotros mismos- ¿no estaríamos agradecidos por esa crítica que nos puede ayudar a mejorar? ¿No será que somos demasiado orgullosos o inseguros? ¿O es que tenemos miedo que nuestros problemas o motivaciones sean puestos en evidencia? ¿Acaso no somos todos pecadores, personas imperfectas, salvados por gracia?
Nos ofendemos, sintiéndonos heridos, cuando alguien hace evidente nuestras imperfecciones. Tenemos que aprender a aceptar la crítica de otros, a ser evaluados o juzgados, así como también debemos saber cómo y cuándo juzgar, cuándo evaluar o reprender al hermano.
Estando en Bolivia me entregaron la revista « Época », con un artículo titulado: El elogio, el temor y el silencio. Este se encontró de la crítica en el ámbito de la cultura. Ese ámbito también sufre las dificultades y desafíos que tenemos en la iglesia -porque somos seres humanos-. Sin embargo, como cristianos debemos superarnos y crecer. Prevemos, muchas cosas no se hacen por temor, cayendo en el silencio. Tendemos a caer en tres extremos: el elogio, el silencio o el ataque.
«La crítica -comenta Mario Ríos- es juzgar una obra o un evento según una lógica rigurosa. En este sentido, para hacer crítica, uno tiene que estar seguro de lo que dice, es decir, uno tiene que ser especialista en la materia».
«La persona que está en condiciones de ejercitar esta actividad deberá hacerlo con solidez -dice 'Cucho' Vargas, conductor del programa 'Enfoques'-, porque no se puede insultar a nadie gratuitamente. Pienso e insisto en que la crítica debe ser fundamental y dirigida hacia una construcción que permita evitar los errores que se están apuntando, para que en el futuro sean superados.»
«Existe crítica en Bolivia-comenta Carlos Mesa (Director del Canal 2 de Bolivia)-y en diferentes ambientes, pero está muy debilitada porque el artista es poco proclive a aceptarla. Cada vez que un crítico se manifiesta contrario a un artista, este le quita el saludo y, entonces, el crítico no escribe más porque tampoco se trata de que pierda a todas sus amistades.
«Esta situación se produce por falta de madurez y, naturalmente, es una actitud negativa por cuanto una persona que se ha convertido en figura pública tiene que acostumbrarse a poner en consideración del público sus trabajos».
«Es evidente que para la realización de toda crítica contribuyen varios factores, porque no se trata simplemente de denigrar. En este sentido, para hacer una crítica positiva uno debe despojarse de intereses personales», dice Mario Castro, director de Radio Cristal, y continúa «Siempre he optado por no hacerme cómplice del silencio, lo que puede ser más dañino».
Nuestra dificultad como cristianos tal vez proceda de varios males. La palabra juzgar tiene dos acepciones en castellano: «No juzguéis»... (Mt. 7.1) y la palabra usada en 1 Corintios (1Co. 2.15). La diferencia que existe entre ambos, según el Dr. Wuest, reside en que el no juzguéis implica la acción del juez que sentencia y que con ella da el merecido al culpable. En cambio, la palabra en «el espiritual juzga todas las cosas» habla de evaluar o analizar el objeto. En otras palabras, cuando yo condeno a mi hermano estoy empleando de la primera acepción, y al hacerlo peco. Si soy espiritual voy a evaluar todas las cosas y utilizar esta información para orar y edificar la vida de esa persona.
En el libro «En Pos del Supremo», Chambers comenta que Dios nos da la habilidad de ver las fallas en otras personas, a fin de orar y cooperar con Dios en su solución. Nosotros pervertimos lo que Dios desea cuando en vez de ser parte de la solución empezamos a atacar y tratar de destruir a la persona. Cualquier necio puede tirar abajo algo. En cambio, el edificar requiere sabiduría.
Sin duda que cuando ya nos mostramos críticos de todo y de todos estamos demostrando que tenemos algún problema. El que es espiritual puede ver también lo que Dios ha hecho y lo que está haciendo en una persona o en una iglesia, no únicamente lo que está faltando. Dudo que alguien pueda ser espiritual sí solamente observa lo malo. Eso es negar la obra positiva de Dios.
También debemos aprender a recibir la crítica. En nuestra propia vida, Dios permite que otros nos critiquen, hieran u ofendan para hacernos conscientes de la seriedad de un problema y para que nos ocupemos en resolverlo. Si no nos molestara tanto, en muchos casos ni nos preocuparíamos en cambiar.
La madurez se muestra en como respondemos a la crítica. Recuerdo cierta ocasión en que el pastor Samuel Libert habló en el instituto Bíblico de Buenos Aires. Después del mensaje, un joven se atrevió a decirle que la interpretación del texto tal como lo había presentado en el sermón, no era la más acertada a la luz de Griego. La próxima mañana, el Pastor Libert, públicamente, hizo la corrección y agradeció al estudiante. ¡Qué grandeza! Y nadie lo menospreció por haberse equivocado, sino que todos lo respetaron aún más por su integridad y honestidad. Muchos son los que piensan que si reconocen sus errores debilitan su autoridad. Al contrario, les hace tener más autoridad, ganándose el respeto de los demás. La vida no termina con esa crítica, pero esa crítica –y su aceptación- puede servirnos para el resto de la vida.
Sobre todas las cosas, el amor debe llevarnos a orar y actuar para el bien de otros, como también debe llevarnos a juzgar nuestras propias actitudes y acciones. Amemos al Reino y la gloria de nuestro Señor, como también a su gente. ¡Firmes!
Por Randall Wittig
Imagen por Mariana Anatoneag de Pixabay, usado con permiso