Cuidado con los extremos

Por Pastor José Silva Hernández

Mantener el equilibrio en la vida cristiana y particularmente en el ministerio, es algo tan delicado como aprender a caminar en la cuerda floja del circo. Aun cuando confieso que nunca he trabajado en un circo, sí me ha tocado ver a un artista caminar con seguridad sobre la cuerda floja y he pensado cuánto tiempo y práctica le habrá tomado, incluso cuántas caídas habrá experimentado.

De igual modo pienso que nos toma tiempo aprender y madurar en la vida cristiana, y en el ministerio para andar con equilibrio, evitando los extremos que tienden a fanatizarnos o volvernos legalistas en todo lo que concierne a las doctrinas eclesiásticas, a su aplicación con amor y respeto hacia los demás, inclusive a otras denominaciones hermanas que no creen exactametne igual a nosotros. Estoy convencido de que los extremos no sólo nos infatúan religiosamente, haciéndonos creer superiores a los demás, si no que nos aíslan del compañerismo precioso de otros hermanos lavados con la misma sangre del cordero de Dios.

Pero comprendemos por lo que nos enseña la Biblia y la historia misma de la iglesia a través de los siglos, que en la iglesia cristiana siempre ha existido esta lucha por evitar las posiciones extremas y que el llamado paulino debe prevalecer en toda situación porque es la voluntad suprema de Dios: "Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (Ef. 4.3).

Con el permiso del lector, analizaremos algunas posiciones extremas que hemos confrontado o estamos confrontando en la actualidad. En cada situación, no pretendemos enfatizar en doctrinas erradas, pero sí en el peligro de llevar a extremos la aplicación doctrinal.

En las diferentes oleadas que han aparecido en la iglesia durante el siglo XX, hemos tenido, por ejemplo, el discipulado que, siendo bíblico, fue llevado a extremos fuera del esquema originalmente trazado en la Biblia, hasta convertir a los discípulos en esclavos de sus líderes, algo que ni aun los apóstoles en el Nuevo Testamento pretendieron ejercer, con toda la autoridad apostólica que recibieron de Cristo. Entendemos que la iglesia apostólica es el modelo para la continuación de su iglesia en la tierra. Afortunadamente se ha corregido este error y, además de ello, algunos de sus líderes, entre ellos Bob Munford, han confesado su falta diciendo que el discipulado es bíblico, pero no así la forma extrema en que ellos lo desarrollaron. Aunque tardó un buen tiempo, damos gracias a Dios por esta aclaración.

En el campo pentecostal o carismático hemos tenido exageraciones o extremos en cada oleada de nuestro movimiento y, como bien lo enseñase el querido hermano y líder, ya fallecido, David Du Plesis, aunque las doctrinas sean bíblicas, es bueno reconocer nuestros errores o extremos para así poder corregirlos.

La exaltación de los dones o carismas (1 Co. 12.7-10) sin tomar en cuenta el fruto del mismo Espíritu (Gá. 5.22, 23) ha producido ministerios y vidas desequilibradas: personas usadas por Dios pero que, olvidándose del fruto del amor (1 Co. 13), han manifestado orgullo carnal que confunde y a veces destruye a ministros y ministerios, afectando así a toda la iglesia. Recordemos que el Espíritu Santo no sólo está interesado en usar nuestras vidas sino, ante todo, en santificarlas. Jesús nunca nos dijo "…por sus dones los conoceréis" sino por "sus frutos". No desestimamos la importancia y necesidad de los dones sobrenaturales, pero al mismo tiempo es menester que reconozcamos la importancia del fruto espiritual, que produce creyentes y líderes con un genuino carácter cristiano, lo cual glorifica a Dios junto con el don. Un avión, para volar, necesita dos alas; de igual modo se requiere en la iglesia del Señor de dos alas para volar equilibradamente.

Como punto final trataremos la más reciente oleada en el cristianismo, específicamente en el campo de la música sacra, o sea, el ministerio de alabanza y adoración. Ante todo debo confesar que me encantan los nuevos coros de alabanza y, sobre todo, me agrada ver el impacto que tiene esta música en la juventud. A principios de este año tuve el privilegio de acompañar a Marcos Witt y su equipo en una bendecida gira por Argentina, Chile y Paraguay. Me emocionó ver a miles de jóvenes alabando y glorificando a Cristo, en gimnasios, estadios donde se celebraron estos eventos musicales, junto con seminarios donde se realzaba la Palabra de Dios.

Por otro lado estoy consciente del conflicto interno existente en muchas iglesias y denominaciones en relación con este importante ministerio. En un extremo están los pastores y congregaciones que no quieren adaptarse a los cambios musicales y excluyen completamente este nuevo tipo de alabanza y adoración que el Espíritu Santo está manifestando en nuestro tiempo. En el otro extremo están los pastores y sus congregaciones que desechan los himnos, como algo antiguo y obsoleto y sólo cantan los coros de la "nueva ola".

Analicemos calmadamente esta situación. ¿Cuál extremo tiene la razón? ¿Por qué causa no podemos seguir disfrutando de ambos en un mismo culto? ¿Acaso ha desechado Dios los himnos? ¿O los coros de alabanza y adoración? ¿Quién inspiró ambos? ¿No fue acaso el mismo Espíritu Santo? ¿Dónde está el problema? Ciertamente no en la clase de música sacra, sino en nosotros mismos que nos dejamos llevar por extremismos. ¿Qué debemos hacer? Declararle la guerra a los extremos, para no dejarnos engañar por ellos. Busquemos la armonía, la paz, la tolerancia a lo que es verdadero y así tendremos equilibrio en nuestras vidas y ministerios, para gloria de Dios y bendición de nuestras almas. Esto se llama madurez cristiana.

Una nota más a los extremos. ¿Quién ordenó en la Biblia que se canten los coros sólo de pie y durante media hora o más que dura la alabanza y adoración  en muchos templos? Naturalmente que la mayoría de los líderes en este ministerio son adolescentes y jóvenes adultos que pueden mantenerse de pie todo ese tiempo. Pero ¿qué de nosotros los adultos y los ancianos que nos congregamos juntamente con ellos, y los visitantes que no están acostumbrados a estar de pie por largo rato? Compartí en el Congreso de Música '93, en México, que a mi edad, después de 15 minutos de estar cantando de pie, mis fieles pero antiguas rodillas envían un fax a mi cerebro rogándole que me siente. Y lo hago obedientemente, así sea que esté en una plataforma o en la congregación, aunque me critiquen. Después de todo son mis rodillas las que duelen, pero quizás otro diga que debo permanecer de pie como "sacrificio de alabanza".

 Pastor José Silva Hernández es autor del libro: Éxito en los Años Dorados (Edit. Vida)

Usado con permiso: © Apuntes Pastorales, 1994

Foto usado con permiso de Aziz Acharki en Unsplash

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